No
se trata de las palabras de los predicadores, las que serán como la nieve y la
lluvia, ni son las palabras de los que leen
y aman esta escritura, sino solamente de las palabras que habló Jesús de Nazaret. Es decir se trata solo de la palabra de Dios. Solo Jesús es Dios, Él es el Hijo que vino en carne, resucitó en carne, se fue en carne y vendrá en carne a juzgar. Sus palabras son el Espíritu Santo que en
él residía sin medida. Las que Jesús habló aquí en la Tierra, sus
enseñanzas divinas, descendidas del Cielo, descendidas del trono de Dios, esas palabras y enseñanzas son el
Espíritu Santo, que Él ha enviado y dejado en la tierra, para guiarnos hacia la vida que él desea para
nosotros, hacia la plenitud de nuestras vidas. Por tanto solo sus palabras son
de Dios y serán prosperadas en aquello para lo que las envió.
Las
palabras de los hombres, algunos tan grandes como Pablo, aunque todas fueran la
verdad, no por eso son palabras de Dios,
porque solo Dios habla palabras de Dios.
Si uno desea que sus palabras
sean de Dios, pues hable y escriba las
palabras y enseñanzas de Jesús de Nazaret sin añadirles y diciendo que son de él. Ser uno con él, sin robarle su gloria, así
como Jesús no decía algo que no le hubiera dictado el Padre y por eso era uno con él.
Los
hombres, siguiendo el ejemplo del gran anticristo Pablo, del amado hermano
Pablo, hombre común, semejante a nosotros, se han extralimitado, han traspasado
la palabra de Jesús, y aunque en algunas de sus palabras le han dado la gloria
a Jesús, en muchas otras le han robado su gloria.
Muchos
han invocado al Espíritu Santo para
decir que las palabras verdaderas que hablaron, también son palabra de Dios.
Son tan ingenuos, ignoran que si, de verdad, el Espíritu Santo los inspirara,
no los dejaría robar la gloria de Jesús.
Se equivocan de buena fe, por ignorancia de la verdad, inducidos por las
falaces enseñanzas del gran anticristo Pablo.
Al decir las falaces enseñanzas,
no dice que todas sean falaces, sino que algunos cuantos de sus muy humanos
errores se han convertido en falacias,
en postulados aparentemente verdaderos, que han
estado extraviando a los seres humanos por más de dos mil años.